La primera vez que leí esta frase (cuyo autor es el exboxeador Mike Tyson) pensé: “qué buena para aplicarla a todo el que se dedique a la planificación estratégica”. Pero, tras reflexionar sobre ella, me di cuenta de que la estaba limitando demasiado. En realidad era buena para aplicarla a la vida en general.
Cuando empecé la carrera no sabía que acababa de planificar mi vida para los próximos 5 años. ¿Vaya chollo no? 5 años sin preocuparme de nada. Teniéndolo todo más o menos seguro. Sin tener que pensar en el futuro.
Van pasando los años. Vas sacando créditos y ese futuro en el que no tenías que pensar se convierte en presente y PUM!... La primera en la frente. Has acabado la carrera y tus planes se han acabado. La verdadera carrera empieza ahora.
Esa fue mi sensación. Ahora que lo miro con perspectiva me doy cuenta de que la carrera fue algo demasiado fácil comparado con la sensación que tuve cuando la acabé. Citando a Mike, yo tenía un plan pero recibí un puñetazo en la boca.
Lo recibí al darme cuenta de que no tenía ni idea de lo que quería. Había estado 5 años estudiando publicidad y ahora tenía que elegir qué tipo de publicista quería ser. Me conocía lo suficiente como para saber que, aunque me gustaba la creatividad, no tenía esa magnífica y admirable capacidad de bajar las ideas al suelo como hacen los buenos creativos. Consideraba que se me daba mejor justo el paso previo. Así empecé a enfocar mi carrera a la planificación estratégica (sí, en el fondo, soy un creativo frustrado).
Tracé otro plan y otro puñetazo: másteres en planning que, para matricularte, tenías que vender un órgano.. y no todos ofrecían prácticas. Ese era el reto. Encontrar algo que me formara en el ámbito de la planificación, que me diera una oportunidad laboral (nada de seguir pagando créditos teóricos para nada) y me permitiera conservar mis órganos. Así que me matriculé en el máster PE&GC de la Universidad de Sevilla. Las prácticas aseguradas, un precio de universidad pública y los mismos ponentes, incluso mejores, que los másteres privados me sacaron de dudas. Además tenía la posibilidad de recibir media beca.
Y fue entonces cuando pude conocer el planning desde dentro y me enamoré realmente de él mientras me proyectaba desempeñando ese rol en una agencia. No fue difícil pudiendo aprender de las visiones y los pensamientos de los mejores. A veces similares, otras veces contradictorios; pero ahí estaba la riqueza. Porque gracias a ello luego pude crearme mi propio ‘thinking’, como me recomendó Jesús Melero. O pude aprender que cuando las marcas nacen de una tensión cultural y tienen un propósito, todo el marketing es más fácil, como nos contó Gem Romero. O cómo debe evolucionar una marca y la importancia del contexto, como nos enseñó Ramón Ollé. O el caso en primicia de la ‘Paella Emoji’ de Guillermo Navarro. Y Javier Suso, y Pablo Vázquez, y muchos más que no me caben pero que igualmente tengo en mi cabeza.
Pensamientos y enseñanzas que me sirven en mi día a día y a los que les debo, en parte, el que en Arista vieran en mí un perfil realmente preparado para asumir el puesto de planner en Barcelona tras finalizar el período de prácticas del máster.
Un período en el que, el no tener nada asegurado, el vivir en la incertidumbre, te obliga a no tener ningún plan más que el dar lo máximo y aprender lo máximo, para que cuando venga lo que tenga que venir podamos estar preparados y encajar el golpe de la mejor manera posible. O, mejor aún, que los que demos el golpe seamos nosotros.
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